En la época colonial e incluso
hasta inicios de la republicana la música es básicamente
de carácter religioso: lírica devota y popular
religiosa. Los músicos de la época tenían una estrecha
relación con la Iglesia, ya que habitualmente desempeñaban
funciones de maestros de capilla o directores de los
coros. La música profana se expresaba fundamentalmente
en las bandas -parientes cercanas de las murgas españolas-,
que se utilizaban en las festividades populares y
religiosas para divertir al pueblo, algo de música de cámara
se escuchó en los salones de la Real Audiencia
de Quito, principalmente gracias al apoyo de determinadas
autoridades coloniales. Los escasos compositores
orientaban su trabajo hacia la realización de piezas
para ser interpretadas en los oficios religiosos -maitines,
coros, canciones de alabanza- y las primeras canciones
populares, siempre con motivos religiosos. Surgen así
los villancicos, que aún se cantan en la actualidad.
El primer compositor del que se
tiene noticia en el siglo XVII es Diego Lobato de Sosa
quien alcanza una gran figuración en la sociedad de
la época. Podemos destacar además hasta mediados del
siglo XIX a Francisco Coronel, Manuel Blasco, Mariano
Baca, Ignacio Miño, Antonio Altuna, Agustín Baldeón,
Juan Agustín Guerrero, Manuel Jurado, Crisanto
Castro, entre otros.
El acento en los primeros años
republicanos se da en la música popular:
liberada la sociedad del estrecho compromiso con la
religión, genera mecanismos fundamentalmente lúdicos,
lo que en la música se expresa en la profusión de
bandas de pueblo. Existe también un destacado trabajo
en la ejecución de música militar, ya que todas
las unidades del ejército contaban con cuerpos de música.
En los salones del siglo XIX se bailan valses,
polcas, mazurcas y pasodobles, música importada de
Europa, música galante y ligera. En las fiestas
populares se escuchan también pasodobles y valses,
pero predomina la música mestiza que tendrá un
mayor desarrollo en el siglo siguiente: pasacalles, aires típicos. En los
sectores campesinos e indígenas, se conserva un
indeclinable amor por los acentos de instrumentos
ancestrales: rondadores, pucunas, dulzainas, bombos, y
por una música que aunque suena triste para oídos
extraños, continua teniendo una significación propia,
ceremonial, para los herederos de quitus, cañaris e incas.
Obviamente estas expresiones musicales se encuentran
fuertemente influenciadas por más de tres siglos de
dominación española.
La fundación del primer Conservatorio de
Música por el Presidente García Moreno a mediados
del siglo XIX, genera los primeros músicos académicos,
aunque la formación se orienta únicamente hacia la
interpretación. Se destaca Carlos Amable Ortiz quien
aporta significativamente al pasillo
ecuatoriano y hacia el final de su vida a un ritmo
proveniente del sur del continente, el tango.
Cabe mencionar las marchas fúnebres de Antonio
Nieto, joyas musicales difundidas por las bandas
institucionales y de los pueblos.
Hacia el fin del siglo, el estudio
de Godoy destaca a Pedro Pablo Traversari Salazar,
estudioso de la música, quien conformó una
importante colección de instrumentos musicales
universales -actualmente se la puede disfrutar en el museo que lleva su nombre en
la Casa de la Cultura, en Quito-, aparte de su producción
e investigación musical. Corresponden también a este
período Nicolás Guerra y Rafael Valdivieso.
La revolución liberal y la
transformación social que produjo, trae
consecuencias también para la música: irrumpe una
generación que intenta encontrar un lenguaje musical
propio, base de la música académica nacionalista.
La figura mas destacada es Segundo Luis Moreno Andrade,
alumno de Domingo Brescia en el Conservatorio fundado por
el presidente Eloy Alfaro. Moreno, aporta
significativamente a la historia de la música
ecuatoriana. Otros músicos académicos de esta
generación son Francisco Salgado, Sixto María Durán,
Alberto Moreno Andrade y Salvador
Bustamante Celi.
La formación académica de los nuevos músicos
y la profunda influencia que significó la apertura del
Ecuador hacia el mundo, se refleja en los primeros años del
siglo XX, en los cuales, compositores con buena formación
académica incursionaron en la música de cámara y sinfónica,
dejando de lado lo estrictamente popular, pero sin
renegar de sus raíces. El músico más trascendente
de la primera parte del siglo y uno de los más
importantes del Ecuador, es Luis Humberto Salgado,
compositor ecléctico entre "los aires típicos y la
forma sonata", compuso cerca de 150 obras.
Influenciado no solo por los clásicos sino por las
nuevas formas tonales y seriales, Salgado dejó para
la posteridad piezas de impecable factura como su "Sanjuanito futurista",
composiciones de cámara, obras sinfónicas y numerosas
obras de música popular. Otro personaje
destacado es Belisario Peña Ponce, compositor de himnos
sacros, jaculatorias y misas.
Esta es la época en que alcanza
esplendor el pasillo, con
un numeroso grupo de compositores que convierten a esta
melodía en la más representativa del acervo
popular del Ecuador. Cuentan para ello con un ritmo
que ya tenía preferencia entre la población y utilizan
letras de los grandes poetas de la época -especialmente
de los modernistas de la "generación decapitada"
Medardo Angel Silva, José María Egas, Arturo Borja,
Ernesto Noboa, cuyos poemas han sido musicalizados y
profusamente difundidos, al igual que mucho de los
posmodernistas como Alfredo Gangotena, Jorge Carrera
Andrade, Miguel Angel León, Gonzalo Escudero, Abel
Romeo Castillo, César Andrade y Cordero, Remigio Romero
y Cordero, etc.-, así como otras de su propia
inspiración.
Pertenecen a esta generación José
Ignacio Canelos con su aporte al pasillo y a la música
sacra, Juan Pablo Muñoz Sanz, Aurelio Ordóñez
González, Carlos Brito Benavides, compositor del
difundido pasillo Sombras, Francisco
Paredes Herrera, compositor y poeta; Segundo Cueva
Celi; Guillermo Garzón Ubidia, Angel Leonidas Araujo,
Jorge Araujo Chiriboga, Rudecindo Inga Vélez, que
populariza el fox incaico, Víctor Valencia, Miguel Angel
Casares, César Baquero, quien difunde el pasacalle, Luis Aníbal
Granja, entre muchos otros compositores. El pasillo
encuentra en Enrique Ibáñez y Nicasio Safadi, el dueto
Ecuador, a sus mejores intérpretes de la época inicial,
cuando se graban -en discos de carbón, en los Estados
Unidos-, las primeras canciones ecuatorianas.
Hacia la cuarta década del
siglo, se vive el esplendor de los intérpretes de la música ecuatoriana,
especialmente del pasillo. Carlota Jaramillo es la
figura ceñera de la época, por su excepcional voz
y el intenso dramatismo de su interpretación.
Se debe señalar también a los conjuntos orquestales
de Luis Aníbal Granja, Víctor Salgado y Blacio Jr.
Los cincuenta constituyen un momento
de transición: el pasillo
sigue reinando pero en frontal competencia con ritmos
extranjeros que incursionaron en el mercado gracias
a la enorme popularidad de la radio: boleros,
tangos, valses y ritmos tropicales como la guaracha,
el merecumbé, la cumbia. La producción fonográfica,
pero en especial los espacios en vivo de la radio, tornan
extraordinariamente populares a intérpretes como el
dueto de Luis Alberto Valencia y Gonzalo Benítez, Hnos.
Montecel, las Hnas. Mendoza Sangurima, Hnas. Mendoza
Suasti, Los Coraza y Marco Tulio Hidrobo.
En la composición, especialmente de música
popular, se destacan Cristóbal Ojeda Dávila, Gonzalo
Vera Santos, Marco Tulio Hidrobo, Leonardo Páez,
Rafael y Alfredo Carpio, Clodoveo González.
Otros músicos importantes son el guitarrista
y director de coros Carlos Bonilla Chávez; Enrique Espín
Yépez, heredero de la técnica Szeryng, con amplia
trayectoria y reconocimiento internacional; Claudio
Aizaga Yerovi, creador de una importante obra para piano
y ballet; Luis Mata Mera, conocido por sus importantes
arreglos corales de música popular ecuatoriana; Carlos
Rubira Infante, figura representativa de la música
popular lleva a su apogeo al pasacalle. Debe mencionarse
también a un compositor de música indígena andina
de destacada participación: Julián Tucumbi Tigasi.
Cabe destacar a intérpretes de gran
trascendencia como Julio
Jaramillo Laurido, quien no descolló como compositor
(su obra es escasa) pero sin lugar a dudas, es
uno de los personajes más importantes y reconocidos de
la música popular latinoamericana del siglo XX; Olimpo Cárdenas,
Fausto Gortaire, Los Montalvinos, Los Locos del
Ritmo, Los Embajadores, Los Indianos, Los Brillantes, Los
Reales, el Dúo de los Hnos. Miño Naranjo y Eduardo Zurita.
Lo más destacado del siglo es la
presencia de compositores académicos con
importante trayectoria tanto en el país como en el exterior.
Se destaca Mesías Maiguashca, con larga trayectoria
en Alemania, quien alcanza reconocimiento internacional
por su aporte a la música electroacústica.
Importantísimo es el aporte del enorme
compositor Gerardo Guevara,
con sólida formación musical, cuya obra impacta por su contenido
social con textos de escritores como Jorge Enrique Adoum, Carrera Andrade y Pablo
Neruda. Carlos Alberto Cobo Andrade, en cuya obra se
percibe una fuerte influencia de la música tradicional
andina; Milton Estévez, compositor y promotor
cultural, propulsor del Departamento de Investigación,
Creación y Difusión del Conservatorio de Música
de Quito; Edgar Palacios, excepcional intérprete de la
trompeta, fundador del Sistema Nacional de Música
para Niños Especiales; Terry Pazmiño, Hugo Oquendo
y César León, virtuosos guitarristas; Diego Luzuriaga;
Julio Bueno Arévalo, Marcelo Ruano, ganador de varios
premios internacionales; Arturo Rodas. A esta
generación pertenece Alvaro Manzano, destacado Director
de la Orquesta Sinfónica
Nacional.
Entre los compositores e intérpretes
populares se destacan Segundo Bautista Vasco, quien es uno
de los mejores intérpretes de guitarra, requinto, piano
y acordeón. Igualmente cabe mencionarse a Homero Hidrovo,
virtuoso de la guitarra con alto nivel técnico. Polibio
Mayorga, compositor de música popular bailable. Y los
grupos que impulsan la Nueva Canción Ecuatoriana y
Latinoamericana, de los cuales Jatari y Pueblo Nuevo
son los más destacados. También aparecen solistas
como Jaime Guevara,
Abdullah Arellano, Hugo Idrovo, Ataulfo Tobar, los Hnos.
Diablo y Héctor Napolitano. En las interpretación
vocal clásica cabe destacar a Galo Cárdenas,
Francisco Piedra, Beatriz Parra, Hernán Tamayo, Astrid
Achig y Juan Borja.
La música indígena y negra se enriquece
también con la presencia del imbabureño Enrique
Males, el chimboracence Rosendo Aucancela, el amazónico
Carlos Pascual Alvarado, el esmeraldeño Segundo
Quinteros. Sin embargo lo más destacable es la presencia
de un nutrido grupo de nuevos compositores que tientan
caminos tanto en la música popular como en
composiciones académicas, revalorizando la herencia
musical ecuatoriana y redescubriendo ritmos, instrumentos
y letras del acervo de nuestra cultura.
http://janeth_haro.tripod.com/lamusica.htm
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